El origen del lugar fue un poblado ibérico o un castillo protohistórico (entre el primer milenio a.C. y la conquista romana). El castrum de Corbera aparece por primera vez en un documento escrito el 1153, citado en la carta de donación del castillo de Miravet, cedido por Ramon Berenguer IV a los templarios. No se conoce, pero, la carta de población de Corbera que podría tener fecha de finales del siglo XII. De esta época son los únicos restos del castillo desaparecido que todavía se conservan: las piedras de una espléndida galería, los capiteles de la cual están decorados con la cruz de la Orden del Templo.
En el 1317, la jurisdicción de Corbera y los restos de la Alcaldía de Miravet pasaron a la orden hospitalaria y desde entonces, formó parte de la Castellanía de Amposta.
La vila ha sido destruida en distintas ocasiones. En el 1463, durante la guerra contra Joan II, el arzobispo de Tarragona, Pere de Urrea, redujo "por combate y con bastantes armas" Corbera, Ascó, Villalba, Batea y La Fatarella, partidarios de la Generalitat de Cataluña. También compartió, con el resto de la comarca, el trasiego de la Guerra de los Segadores. Durante la Guerra de Sucesión, el 6 de febrero de 1701, las tropas franco-castellanas ocuparon la villa. La Guerra Civil del 36-39 llevó a Corbera al peor desastre de su historia: durante la Batalla del Ebro el pueblo quedó prácticamente derruido y por eso los vecinos tuvieron que trasladarse a la parte baja del pueblo. De esta forma, los escombros abandonadas se convirtieron en símbolo de un pueblo en el episodio más trágico de la historia reciente.
Fuente: Ayuntamiento de Corbera d'Ebre