Ruta fluvial Sapinya i Gràcia
El Ebro se muestra ya cansado después del largo viaje, disminuye el paso, viendo cerca la llegada; se vuelve cauteloso, calmado y silencioso. Se deja escuchar el viento, que viene del mar, y nos cuenta historias al oído. Nos dice que en el lugar donde estamos, antes, era mar, que sintió canciones de añoranza, de los hombres lejos de casa.
Hombres de otras lenguas y culturas, que venían a comerciar o conquistar. Gritos aterradores en un pasado lejano, de sufrimientos y luchas, cartagineses y romanos enfrentando aquí, sus naves. Gritos de piratas, anunciando saqueo, también de bravos sarracenos y altivos caballeros cristianos, y otras canciones, y otras guerras. El grito de los niños, alzando el brazo de adiós, cuando ya marcha el laúd. Silbando el patrón, mirando el cielo, llamando el "matxero" al animal, para que se esté quieto. Río arriba, cargados de sal, arroz y sosa, con atún, regaliz y una jarra con sanguijuelas, el sirgador blasfema, pidiendo "garbinada".

